Sátántangó - Parte 3

Las más de siete horas de duración de esta obra misteriosa y colosal de Béla Tarr, que ha llegado hasta nuestros días con el justo estatus que su singularidad merece, están moldeadas a base de barro y litros de alcohol. Quizá una de las experiencias cinematográficas más puras concebibles, Sátántangó traslada a nuestro interior toda la desesperanza que irradian sus convulsos planos secuencia, severamente marcados por los elementos de la naturaleza. Es también una peculiar observación de lo rural, en concreto de la desintegración de una pequeña granja en la Hungría del ocaso del comunismo, desde una inabarcable densidad filosófica que plantea la corrosión de la colectividad y el colapso de lo humano.